Maneras de leer

Desde que escribe, el ser humano no ha dejado de pensar e investigar acerca del propio acto de escribir. De Aristóteles a Roland Barthes, de Quintiliano a Julio Cortázar, desde los maestros antiguos a los estructuralistas de Tel Quel, clásicos, renacentistas, neo-clásicos, románticos, naturalistas, formalistas rusos y no tan rusos se han ocupado de desentrañar qué es eso que llamamos escribir y, en muchas ocasiones, han buscado definir qué es eso que llamamos escribir literatura. Nos faltarían vidas si quisiéramos conocer este inmenso corpus que, paradójicamente, cuanto mayor es más crece, invitando a pensar que se trata siempre de un conocimiento o imperfecto o inabarcable, aun sí, como en estas líneas nos refiramos solo a una parte mínima de todo lo escrito, la incluida dentro de lo literario.

A estas horas sabemos, o podemos saber qué es literatura, incluso podemos tener respuestas distintas y hasta contradictorias acerca de qué es escribir, cómo aprender a hacerlo, cómo hacerlo bien, cómo saber si nosotros y otros lo hacemos o lo hacen bien, y un largo etcétera de saberes analíticos, clasificatorios, sintéticos, conceptuales, sistémicos u operativos.

Algo muy distinto ocurre con el acto de leer. La psicología y la pedagogía se ocupan del primer aprendizaje, casi siempre escolar. La historia ha registrado cronológicamente visiones generales y algunas particulares, referidas a países concretos. Antropología y sociología efectúan (y esto es muy reciente) análisis de campo que desvelan comportamientos humanos. Y poco más, no existen grandes teorías que aborden el acto de leer (literatura) como se aborda el acto de escribir (literatura).

Quizás valdría la pena detenerse un momento para, al menos, dejar formuladas algunas cuestiones: ¿por qué esa diferencia de interés entre la lectura y la escritura?, ¿por qué sabemos todo lo que humanamente es posible saber acerca de la manera de escribir de Flaubert, Poe o Breton y no sabemos nada de la manera de leer de los lectores de cualquiera de ellos tres? ¿Porque este saber no tiene ningún rasgo de interés? ¿Porque es difícil, casi imposible definir cómo leemos? El primer argumento, el interés, está por descubrir; el segundo, el de la dificultad, si es real, se podrá vencer, en menor o mayor grado.

Vencer la dificultad de la definición y descubrir qué significados múltiples tiene leer son los propósitos a los que vengo dedicando algunos momentos de lectura, pensamiento y experimentación durante los últimos años, empresa que hoy continuo por la vía de este curso que vuelve a llamarse Maneras de leer, como ya se llamó en otras ocasiones recientes, si bien en esta su contenido aparece en buena parte ampliado y renovado.

Reconozco que mi trayectoria no ha sido diferente a la común de la humanidad: me interesé desde muy joven por cualquier teoría de la escritura que saliera a mi encuentro y ni siquiera era capaz de imaginar que pudiera elaborarse algo al mismo nivel referido a la lectura.

Mi interés por el acto de leer como objeto de investigación es relativamente reciente y no son ajenos a él lecturas que, intuyo, van a acompañarme durante los años venideros, me refiero a Presencias reales, de George Steiner; Cómo hablar de los libros que no se ha leído, de Pierre Bayard; Las compañías que elegimos, de Wayne C.Booth; La hora del lector, de José María Castellet; y El defensor, de Pedro Salinas. Libros que abarcan varias decenas de años, que responden a sensibilidades y a maneras de expresarlas muy distintas, incluso contradictorias, y que actúan como complementarios, con un gran poder de atracción entre ellos y hacia mí. No son los únicos, y habrá tiempo para sacar otros de las estanterías.

Maneras de leer se propone como curso a través de una correspondencia telemática individualizada con cada participante. Como curso expondré algunos conocimientos propios y ajenos; en tanto correspondencia nos serviremos de nuestras propias experiencias lectoras para ir definiendo algunas regularidades que nos ayuden a formular hipótesis de leyes generales y prestaremos igual atención a las excepciones que no se avengan a ninguna ley general.

Maneras de leer quiere ser un curso descriptivo, que nos acerque al conocimiento de cómo leemos y de cómo leen otros. Y no quiere ser una secuencia didáctica, no se trata de “aprender a leer”; tampoco una propuesta normativa, no vamos a decir “cómo hay que leer”; y muchos menos una práctica evaluadora, no vamos a diferenciar: “usted es buen lector, usted es mal lector”. Ni siquiera, en principio, se trata de una defensa de la lectura, aunque el magisterio de Pedro Salinas invite a pensar en ello.

Maneras de leer se acercará al acto de leer desde cuatro conceptos que no pertenecen específicamente al mundo teórico de la literatura: memoria, encuentro, amistad, diálogo. Esta distancia frente al uso de terminologías especializadas es posible que marque alguna diferencia con otras formas de aproximarse a este conocimiento, pero en ningún caso supone renuncia al conocimiento científico acumulado y difundido por otros.

Leemos lo que podemos, leemos como podemos, cuando podemos, a veces, al lado de quien podemos, como sucede con tantas otras cosas de nuestra vida.

Lo que es cierto es que leemos y, en tanto lectores, somos el fundamento, la piedra angular sobre la que bascula el infinito universo de la escritura. Si nos apartamos, si desaparecemos, ese universo se viene abajo. ¿No merece la pena pararse un momento a pensar cómo hacemos algo tan importante?


Hacer pedazos el Guernica.

En 1993 la revista Poesía troceó el Guernica de Picasso en 532 pedazos, a escala 1:1.
No es un puzle: los cortes, rigurosamente rectangulares, vienen impuestos por las necesidades de maquetación; las piezas aparecen ordenadas, la numeración en el margen indica el sitio que deben ocupar en una posible reconstrucción. No es un puzle: es un mapa, el que pensara Borges en El hacedor, coincidente con el territorio, así lo presenta la revista.

No es un mapa: es el cuerpo amado, cuando está próximo, cercano, cuando es cuerpo y es amado, cuando pierde su unidad y se fragmenta en infinitas porciones de carne más o menos morena, más o menos peluda. Por amor al cuerpo (amado) somos capaces de renunciar a su entera visión, a la aprehensión completa e instantánea de su forma que fue, sin embargo, la que nos sedujo y atrajo. Hacemos el viaje del todo a la parte, a las partes. Y cuando se acaba el acto (amarse siempre es un acto) volvemos a tomar distancia para asegurarnos de que sigue ahí entero y verdadero, por si la próxima vez.

No es el cuerpo: es pintura. En negros y blancos que nunca o casi nunca lo son. Rayas, manchas, puntos, trazos. Es el mayor argumento posible contra quienes continúan dividiendo la pintura en abstracta y figurativa; lo es porque no necesita ningún discurso para anular la tramposa diferenciación. El argumento se impone, con total ausencia de pudor, al ojo que mira. Sin pudor y con alegría.

No es pintura: es la fotografía de una pintura que a su vez lo fue de ciertas ideas que habitaron entre nosotros con el nombre de realidad. Es la representación de la representación de la realidad. Es la representación de la representación de cuan fácil es matar y de la desgarrada complejidad del morir cuando se defiende la vida.

Es una representación encuadernada (sutilmente): es una revista. Pocas veces una revista lo fue tanto: re-vista, volver a ver, ofrecer la oportunidad de mirar de otra forma lo que ya se había mirado. ¿Queda alguien por ahí que no reconozca el Guernica? Sin embargo, atracción fatal del fragmento, mi querido Barthes, aquí todo vuelve a ser descubrimiento, invención, poesía.

Fiel a sus exquisitos modos, la publicación ofrece en volumen aparte un minucioso estudio de Josefina Alix en el que se recoge la historia del cuadro. Una delicada intención didáctica se ocupa con parecido interés de la producción artística paralela a la ejecución del Guernica como de las sucesivas legitimaciones de la propiedad por parte del estado español, por citar los extremos entre los que se ofrece información variada referida a los amigos de Picasso, a sus mujeres preferidas, a su manifiesta toma de partido del lado de la República, o a las geografías recorridas por el lienzo.

La revista Poesía se publicó con puntual irregularidad desde 1978 a 2005. En la biblioteca de La CALA hay veintisiete de los cuarenta y cinco números que conforman la colección completa; todos están agrupados en la tercera estantería de la parte de abajo, contando desde el muro que da a la era, excepto este doble 39-40 que está en una estantería cerrada con cristal, junto a otros libros de Picasso y de arte surrealista.

Leonardo Sciascia escribió a propósito de Picasso: “La grandeza de Picasso no está por decirlo de manera aproximada, en la vanguardia, sino en la tradición. O sea: no contempló el futuro sino el pasado, lo que ya había sido hecho y que él, con su grandísimo y febril talento, ya no podía hacer. Podía únicamente disgregar, descomponer, deformar, muchas veces con ironía, otras con desprecio, siempre con la rabia de haber llegado cuando ya todo había sido hecho. Recorrió así toda la historia del arte, y también todo el arte sin historia. Y dijo sobre el hombre, sobre el pasado del hombre, reinventándolo, rehaciéndolo, todo aquello que hoy niegan los imbéciles.” El texto puede leerse en Negro sobre negro, un diario que va de 1969 a 1984. En la biblioteca de La CALA hay un ejemplar editado por Bruguera, y traducido por Joaquín Jordá; está en la estantería de narrativa extranjera, en el balcón del primer piso, al lado de otros libros de Sciascia y de casi toda la obra de Italo Calvino.

En Negro sobre negro Sciascia no especifica quiénes son los imbéciles, mejor así.

 
AQUÍ HAY LIBROS es una sección de este blog dedica a presentar libros que están al alcance de la mano en las estanterías de la biblioteca de La CALA; en algunas ocasiones utilizaremos para la presentación fragmentos de textos publicados el siglo pasado por Grassa Toro en diarios de provincias.

Por leer

El año 2018 en La CALA tendrá este motivo: Por leer.

La primera idea que viene a la cabeza cuando pronunciamos o escuchamos esas dos palabras, es la de un futuro en el que colocamos todo lo que nos queda por leer, a ese futuro nos emplazamos a nosotros mismos mediante mecanismos de deseo, desafío, expectación, incluso culpabilidad.

Hay sin embargo un por leer que tiene que ver con el pasado, en el que esta oración causal remite a todas las posibles consecuencias: soy feliz por leer; por leer creció mi soledad; me salvé por leer; donde a leer se le otorga la categoría de causa.

A pesar de ello, de acarrear consecuencias, en el imaginario colectivo leer es considerado como una actividad no productiva. Y es en esa condición de lo no productivo donde nos cuesta reconocerla como creativa.

Nos hemos acostumbrado demasiado rápidamente a identificar creación con producción; la identificación es forzada, puede haber producción sin creación, y puede haber creación sin producción, al menos, sin lo que reconocemos fácilmente como producción, un objeto que podemos percibir por los sentidos: un texto, un cuadro, una canción, un artilugio.

Este año La CALA quiere pensar en los creadores que no producen nada físico, a quienes han hecho de la lectura, de la lectura literaria, o de cualquier otra lectura un acto creador.

Son la inmensa mayoría, somos la inmensa mayoría, porque incluso quienes producimos, leemos más de lo que producimos.
Somos una inmensa mayoría silenciosa que llenamos la vida de actos de creación íntimos, no expresados, no comunicados.

No pretendemos hacerles un homenaje, ni sacarlos a la luz, ni reivindicarlos, no pretendemos hacer nada que perturbe ese silencio conseguido a lo largo del tiempo y ya imposible de recuperar en el lado de los productores.

Si acaso, reconocerlos, nombrarlos con un susurro, ni siquiera convocarlos, decirles. sabemos que estáis ahí, y si no estuvierais ahí, con vuestra capacidad creadora, al otro lado del frenesí de la producción, de la comunicación, de la vista pública, habría muy poca cosa que hacer.


El París entra en imprenta

Así, El París, con ese artículo delante del nombre de una ciudad que tanta gente conoce, cree conocer o quiere conocer; con ese artículo donde no se acostumbra se escribe el título del primer volumen de Biblioteca La CALA.

El libro entra en imprenta esta semana, en la ciudad de Huesca, ocasión para redactar algunas notas de presentación, no muchas, no se trata de guiar lecturas, ni siquiera de enmarcarlas; se trata de eso, de presentar, algo así como: —¿os conocéis? —preguntó ella, más por invitar al encuentro que por saber.

En El París pasan cosas, en El París también. El primer lugar es un café; el segundo es una novela, en los dos pasan muchas cosas. Se suceden vertiginosamente unas a otras en el tiempo real de la acción y en el tiempo del recuerdo de los protagonistas: lo que cabe en una noche, poco más de lo que cuesta leer la novela.

En El París se viven muchas vidas; no siempre sabemos la de quién, pero se viven. En El París se acaba con algunas vidas; no siempre sabemos quiénes les ponen fin, pero se acaban. Ese no saber quién es importante: en El París y en El París no se trata de chercher la femme, ni siquiera al asesino.

El París no está escrita para que el lector ande sobresaltado, impaciente, apostando al placer en la vertiginosa carrera por descubrir qué va a pasar dos páginas más adelante. Ese placer dura poco, desaparece a la misma velocidad que llega.

Es otro placer el que propone El París, el de preguntarse constantemente qué está pasando y, más allá del reconocimiento de hechos, emociones y sentimientos, preguntarse: por qué está pasando.

El París es un universo, la representación de un universo en tres escenarios cerrados, cotidianos, y es también el lenguaje que construye ese universo, un lenguaje capaz de construir un relato que será capaz de construir una realidad que será capaz de construir una vida, muchas vidas.

El París es el primer título de Biblioteca La CALA.


Este cuerpo es humano / This body is human entra en imprenta

Así, con un demostrativo este donde habitualmente se utiliza un posesivo mi, se escribe el título del segundo volumen de Biblioteca La CALA. Hay una razón poderosa para utilizar un deíctico en lugar de otro: no tenemos un cuerpo, no podemos referirnos a él con un posesivo.

Este cuerpo es humano / This body is human entra esta semana en imprenta en la ciudad de Huesca.

Este Atlas poético de anatomía es también un libro científico: debe lo mismo y por igual a la invención de la metáfora y a la invención de los rayos X.

Si al lector no avisado le sorprendiera la escritura de este Atlas poético de anatomía hasta el punto de dudar de si lo que en él se le ofrece es ciencia o literatura, cosa que puede suceder, el autor del mismo le propone dos compañeros de viaje que le ayuden a situarlo en el enorme mapa de lo escrito en este mundo. Son dos autores alejados en tiempo, espacio, ropaje y condición. Adelanto los nombres y argumento a continuación por qué Lucrecio y Émile Zola han sido los elegidos.

Lucrecio mostró en De rerum natura, que nosotros hemos leído dos milenios después con el título De la naturaleza de las cosas, que era posible presentar la ciencia, en su caso una doctrina física, con una escritura poética, dirigida a cualquier persona sin necesidad de que esta fuera iniciada en el tema. Su intención queda clara cuando hace recaer en la musa, inspiradora de la poesía en la antigüedad clásica, la capacidad de transmisión del conocimiento científico: “Si estos conocimientos que te ofrece / mi humilde musa, hubieres comprendido, / porque con una cosa otra se ilustra / no te robará el paso oscura noche / sin que penetres los secretos hondos / de la naturaleza: de este modo / unas verdades esclarecen otras”.

Digámoslo: no abundaron los científicos en el modelo; antes bien al contrario, buscaron una escritura propia que deshiciera cualquier ambigüedad de sentido y significado. Discurrieron durante siglos ciencia y literatura a solas, lo que no impidió, como nos recordaba Barthes, que buena parte de la primera acabara convirtiéndose en la segunda con el paso de los años.

Fue Zola, a finales del S.XX, quien levantó la voz para reconciliarlas, si bien su enorme proyecto, que conocemos como naturalismo o novela experimental, actuara en sentido inverso y requiriera para la literatura los conocimientos de la ciencia.

Zola estaba convencido de que un día la fisiología desvelaría cómo piensa, cómo ama, como razona o enloquece el ser humano. En esas estamos.

Zola reconocía la existencia de la ciencia y la poesía, y ante los avances de la ciencia no proclamaba la muerte del poeta; le pedía que actuara desde el sentimiento y también desde la comprensión. Apelaba a su inteligencia, a la búsqueda de una verdad más allá de la emoción, una verdad que él suponía fruto de la observación, la formulación de hipótesis, la experimentación, el análisis… Nada de idealismo, nada de metafísica: física, mucha física, realidad, mucha realidad, realismo.

Ni Lucrecio ni Zola estuvieron presentes en la redacción de este libro durante el largo año de 2007. Los convoco ahora más como lector que como escritor.

Sí me acompañaron entonces algunos finados: Henri Laborit, Faustino Cordon, mi madre, y algunos vivos, Nubia Villamil, Alfredo Martínez Cabeza, Marisa Gimeno, Christopher Yates, Joana Tortella. A todos renuevo mi agradecimiento.

Este cuerpo es humano / This body is human es el segundo título de Biblioteca La CALA.


Nace Biblioteca La CALA

Las primeras navegaciones por esta web y las primeras entradas en este blog coinciden con el proceso de gestación de Biblioteca La CALA.

Esta entrada no es anuncio, que ya se hizo público el 1º de noviembre durante la celebración del 12º aniversario; es descripción de modelo editorial, firme proclamación de intenciones y, obviamente, invitación a la lectura.

En Biblioteca La CALA aparecerán, con una cadencia propia de una tarea agrícola, título inéditos y nuevas ediciones de títulos descatalogados.
Recordamos que las tareas agrícolas conllevan: la preparación de la tierra; la siembra; el cuidado de la planta, que incluye riego, poda, protección frente a inclemencias meteorológicas y plagas; y recolección. Este proceso que empieza en la sal de la tierra y acaba un instante antes de que el fruto pase a formar parte de nosotros mismos puede durar meses, un año, años.

Para que una obra acabe integrando la Biblioteca La CALA será requisito imprescindible que la totalidad o parte del proceso, que va desde la sal de la idea original a la edición final a punto de ser uno con el lector, haya sucedido entre los muros de la biblioteca (ahora con minúscula) de La CALA.

Hablamos de requisito y no de argumento.

Resulta difícil argumentar por qué merece la pena publicar libros; resulta difícil hacer la defensa de algo tan indefinido, tan difícil de acotar. Publicar libros no es un valor en sí, pese a lo que repite insistentemente el discurso publicitario; el valor lo tendrá, si es el caso, cada libro en particular, cada lectura propia.

Dejemos pues que cada libro de esta Biblioteca se defienda a sí mismo y que cada lectura sea un argumento en su contra o a su favor.

Aprendimos con Georges Perec que los libros se pueden ordenar en una biblioteca de modos y maneras múltiples, divergentes, heterodoxas, incluso canónicas.

Aprendemos hoy que los criterios de edición también pueden alejarse de retóricas vanas que apelan a la calidad, la novedad, la necesidad de la obra en cuestión, criterios todos ellos terminados en –dad, y que no ayudan mucho a diferenciar una obra de otra.

Que una parte o toda la publicación se haya gestado en la biblioteca de La CALA es, en principio, un criterio espacial, geográfico o, si se prefiere, paisajístico.

Debajo de este criterio superficial y no por ello menos valioso (todo paisaje es superficial y muchos paisajes son valiosos), crecen criterios más profundos que hunden sus raíces en principios y valores que definen La CALA.

Si nos preguntan cómo pensamos, les contestaremos que pensamos desde la estética, apreciamos la belleza.

Si nos preguntan cómo actuamos, les responderemos que actuamos desde la ética, queremos el bien común.

En nuestras intenciones: evitar el tópico, la reproducción automática de lo ya dicho, ya hecho, ya pensado; fundir las acciones de cada día: conocer, pensar, crear, sentir, expresar, comunicar, en un solo proceso; dicho de otra manera: evitar estados de alienación, vivir experiencias plenas donde la vida no se separe en compartimentos, ya saben, ocio y trabajo, físico y mental, intelectual y afectivo; nada de esto, por favor.

Biblioteca La CALA nace dentro de esta casa, condición favorable para que se le abran las puertas de otras casas, de otras bibliotecas.

Si este deseo se cumple, los dos primeros títulos en llegar a la suya serán: El París y Este cuerpo es humano.


En La CALA usted puede

En La CALA usted puede hacer más de nueve mil cosas distintas, estas son algunas:

Grassa Toro

  • Conocer la producción textil de los indios Guna de Colombia y Panamá.
  • Consultar el mayor fondo documental de España relativo a la ‘Pataphysica.
  • Encontrar el tiempo y el espacio necesarios para realizar un estudio profundo, o una obra de creación.
  • Escuchar la voz de los poetas hispanoamericanos más importantes del siglo XX, en grabaciones fonográficas.
  • Contemplar la colección de máscaras de América del Sur.
  • Aprender español.
  • Encontrarse con artistas nacionales e internacionales.
  • Recoger tomillo.
  • Acceder a la consulta y lectura de los ocho mil volúmenes de la biblioteca.
  • Analizar la interpretación tridimensional de la figura humana a partir de la colección de piezas populares del viejo y nuevo mundo.
  • Contemplar exposiciones de diseño gráfico e ilustración, fotografía, escultura, dibujo, objetos, artes populares.
  • Enviar y recibir un correo electrónico.
  • Acercarse al arte y a la técnica fotográfica.
  • Comparar una docena de ediciones de Poeta en Nueva York de García Lorca.
  • Escuchar en grabación fonográfica muestras del folklore hispanoamericano.
  • Diferenciar el aroma del romero y de la lavanda.
  • Aprender a escribir. Escribir.
  • Compartir con sus alumnos una jornada dedicada a la expresión artística.
  • Recordar la vida y obra de Luis Buñuel.
  • Dibujar. Aprender a dibujar.
  • Proponer proyectos de investigación y creación.
  • Iniciarse en los procesos de la forja.
  • Ensayar.
  • Oler sahumerio.
  • Leer las Crónicas de Indias.
  • Escuchar la voz de Apollinaire en grabación original.
  • Contemplar la puesta del sol.
  • Construir objetos.
  • Imaginar otros mundos que puedan ponerse al lado de este mundo.
  • Diseñar abecedarios.
  • Medir sílabas.
  • Debatir.
  • Plantar un árbol.
  • Realizar una búsqueda en Internet.
  • Pensar.
  • Hacer historietas gráficas.
  • Escuchar un cuento occitano a la luz de la luna.
  • Tomar café.
  • Diferenciar técnicas periodísticas.
  • Investigar.
  • Discurrir por los senderos de la imaginación de la literatura infantil.
  • Diagramar carteles.
  • Aprender a respirar.
  • Reconstruir la historia de la poética desde Aristóteles.
  • Escuchar el canto de los pájaros.

Hasta aquí llegaba un texto que redacté en julio de 2005, el título tiene un error, dice “usted puede hacer” y debería decir “usted podrá hacer”, porque faltaban todavía cien días para que La CALA abriera sus puertas en Chodes.

Doce años después, podemos decir que todo lo imaginado, o pensado, como prefieran, ha sido realidad, algunas veces realidad excepcional, otras veces, mucha realidad.

Dan ganas de continuar la lista:

 

  • Ver films al aire libre
  • Elegir entre decenas de especias diferentes
  • Construir con adobe
  • Encender la chimenea
  • Plantarse enfrente del atardecer
  • Consultar las obras completas de Javier Villafañe
  • Dibujar seres vivos del natural
  • Dormir
  • Clasificar una extensa iconografía de monstruos y seres maravillosos
  • Pintar murales
  • Interrogar en voz alta sobre la belleza
  • Conocer al vecindario, intimar con el vecindario
  • Lavarse la cara
  • Leer en francés sin interrupción durante años
  • Producir fotonovelas
  • Cantar
  • Acariciar a Vaca
  • Ensayar el ensayo
  • Celebrar inauguraciones que duran siete, ocho, nueve horas
  • Escuchar el rasgueo de una guitarra, el soplo de una armónica
  • Contemplar el vuelo de las grullas dos veces al año.

Podría seguir, llegar a las nueve mil:

 

  • Atarse un zapato
  • Cortar una rama de laurel
  • Discutir acerca del papel de la novela en la sociedad
  • Tararear un bolero
  • Contar estrellas fugaces las noches de agosto.

Podría seguir, sin embargo, voy a dejar aquí el recuento: tengo, tenemos muchas cosas que hacer.


Prólogo

La CALA es una casa, las casas no escriben. Este blog lo firma Grassa Toro, director y fundador de La CALA. Si un día escribe otra persona se anunciará con tipográfica delicadeza.

No sé si un blog admite prólogo, cuando termine este texto quizás hayamos despejado la duda de lado y lado, usted como lector y yo como escritor. ¿O debo decir redactor?

Prólogo

A este blog irá a parar lo que no ha encontrado otro lugar en el web site que lo aloja. Quizás debería decir lo que no ha encontrado tiempo. Aunque lacala.es está pensado para la navegación lenta, el medio web lleva en su ADN una impronta de frenesí que quizás no sea la más favorable para disfrutar de algunos contenidos.

Estos contenidos: habrá textos, extensos en algunas ocasiones; habrá imágenes, no siempre. ¿Voces? Podría haber voces, y sonidos. Renunciaremos, ya lo han adivinado, al gusto, al tacto y al olfato.

Se dará cuenta la plural actividad de esta casa, cabrá la noticia, el relato y algún pensamiento; confieso que me atrae más esta última opción.

Se rescatarán de los archivos algunos documentos, siempre que hayan mantenido viva una frescura que acredite ausencia de nostalgia.

Y poco más puedo anunciarles. Uno no sabe qué va a escribir en un blog. De eso se trata, de escribir para saber.

Y de caminar.

P.S.: Es más que posible que, en ocasiones, utilice el plural, a pesar de ser yo quien firme a solas. La CALA tiene un imán que atrae el plural, y no pienso ofrecer mucha resistencia.


Casa Abierta La Andariega

CALA es el acrónimo de Casa Abierta La Andariega.

Casa

un lugar en el mundo, un espacio físico construido desde el interior de la tierra hacia el cielo. Todos sabemos qué es una casa.

Abierta

a la gente, a las ideas, a los hechos: crear, descubrir, investigar, contemplar, interpretar, mirar, pensar. Todos sabemos qué significa abierta.

La Andariega

como la carreta con la que Javier Villafañe recorrió América del Sur y España. La Andariega porque hay casas que caminan. Todos sabemos caminar.

La CALA también es un tiempo en el mundo.

La primera actividad pública, la exposición ‘Pataphysica de las Impresiones, en la Biblioteca Nacional de Colombia, está fechada en 2001, meses después de la fundación de la CALA por Grassa Toro y Raquel Arellano.

Esta web es otra casa, virtual, con ventanas abiertas, con ánimo navegante: os damos la bienvenida.