La sala de exposiciones

La sala de exposiciones de La CALA ha cerrado. El domingo 16 de abril de 2023, la artista Karishma Chugani Nankani descolgó, del aire del que pendían, las cuarenta imágenes de su Cortège y abrimos de par en par las ventanas para que el espacio vacío se llenara de todos los colores del jardín.

La historia de esta sala comenzó un 1º de noviembre de 2005; la historia de las exposiciones de La CALA se había iniciado cuatro años antes. La noche del 7 de septiembre de 2001, inauguramos nuestra primera exposición: ‘Patapahysica de las impresiones en la Biblioteca Nacional de Colombia, era una exposición documental de nuestros propios fondos (libros, revistas, tarjetas postales, carteles, sellos, manifiestos: impresos del Collège de ‘Pataphysique). Un año más tarde la exposición viajaría hasta la Alianza Francesa de Quito (Ecuador).

Entre 2001 y 2005 La CALA mantuvo un Programa de exposiciones en Colombia y Ecuador, la más significativa de ellas fue República de la palabra, con imágenes de Arnal Ballester, Pep Carrió, Isidro Ferrer y Raúl, exposición que itineró durante todo el año de 2003 por la Red de Bibliotecas Públicas de la ciudad de Bogotá.

Resulta difícil recordar por qué decidimos inaugurar La CALA con una exposición y no con otra actividad de creación; incluso resulta difícil recordar si en aquel 2005 teníamos un plan para seguir exponiendo durante dieciocho años. Sí aparece más nítida la decisión de abrir la sala con la exposición República de la palabra (a la que se sumó Peret), se establecía así una relación directa con nuestro pasado más reciente en América del Sur.

Para nuestra segunda exposición (Molas, arte textil Guna) Jesús Jiménez, nuestro querido herrero, ya había instalado un sistema artesanal de iluminación que, lejos de cánones expositivos, nos permitía evocar las luces y las sombras de un teatro. Las paredes de la sala pasaron de ser blancas a teñirse de un amarillo tierra. Pronto llegaría el negro definitivo que ha sido una de las señas de identidad formal de la sala, junto a la particular iluminación.

Nombrar a Jesús Jiménez invita a recordar a todas las personas que nos han ayudado a lo largo del tiempo en la producción y montaje de exposiciones, todas ellas vecinas de Chodes: Jesús Jiménez, Alfredo Martínez, Pili Gutiérrez, David Martínez, Iris Pérez Mendoza, ellas y ellos han forjado soportes, abierto huecos en la pared, construido peanas, cosido telas, montado andamios, pintado paredes o fregado los suelos. En otras ocasiones, los propios artistas también se han sumado al diseño y montaje expositivo. Sin producción y montaje la obra no llega a exponerse, igual que sin libro que las sustente es difícil leer novelas.

La sala de La CALA no ha sido nunca una galería de arte (entendemos por galería un espacio comercial donde el público puede comprar obras). No hemos tenido relación con el mercado del arte. Esta circunstancia ha definido una manera de elegir, contemplar y relacionarnos.

Captura de pantalla donde se muestra la sección de la web correspondiente al archivo de exposiciones.
Resumen de la sección de la web donde han quedado registradas todas las exposiciones realizadas en la sala.

Las elecciones de artista y obra no venían determinadas por relaciones económicas, cálculos de venta y promoción, o estrategias de marketing.

La contemplación de la obra se veía liberada de la posibilidad de apropiación física de la misma y de los dilemas que plantea esa posibilidad durante el propio acto de la contemplación.

Nuestra relación con los artistas no era de distribuidor a productor.

La relación de los artistas con el público no era de proveedor a cliente.

No tenemos necesidad de hacer crítica ninguna a las galerías de arte, tampoco al comercio de obra artística (tan necesario para la supervivencia de algunas personas), simplemente anotamos que en el modelo que definimos nosotros (y otras muchas salas y museos) las relaciones entre obra, artistas, público y anfitriones tienen matices que nos diferencian, y que las relaciones comerciales entre artista y público pueden establecerse de manera directa, fuera del espacio de exhibición que actúa como anfitrión.

Durante dieciocho años hemos inaugurado cuarenta y dos exposiciones. Resulta difícil enmarcar (valga la palabra) esta obra plural en movimientos artísticos, escuelas, conceptos… Sí somos capaces de inventariar los oficios que hay detrás de lo expuesto: diseño gráfico, artesanías tradicionales, edición (impresa, sonora), ilustración, forja, dibujo, escultura, fotografía, serigrafía, grabado, pintura, bordado, cerámica, papel recortado.

La primera, directa, reflexión es que hemos expuesto la obra de gente que sabe dar forma con sus manos, y con ayuda de algunas herramientas, a ideas, sensaciones, sentimientos. A eso lo llamamos expresión o expresión creadora; esta forma elegida es, como poco, estética y tiende en mayor o menor medida a ser artística (hacemos excepción de las que fueron exposiciones documentales), aunque algunas de las personas que han expuesto renuncien a la calificación de arte para su obra.

Si lo que hemos contemplado en esta sala es arte o no, se decidirá en una larga conversación iniciada en 2005, que se mantendrá abierta hasta que las obras o la memoria de ellas desaparezcan, acontecimiento que puede postergarse años o siglos. En esa conversación hemos participado y seguiremos participando los propios creadores, los anfitriones y el público. Mientras dure la conversación pueden darse momentos en los que todo el mundo coincida en que este espacio que ahora se cierra ha sido una sala de arte, momentos en los que haya discrepancias entre los conversadores, incluso momentos en los que quienes conversen estén de acuerdo en que durante dieciocho años aquí no entró una sola obra de arte.

Los responsables de la programación, que en este texto venimos llamando anfitriones, hemos participado en la conversación convencidos del valor artístico de muchas de las piezas expuestas. También estamos convencidos de haber sido testigos y actores de otras cosas que pueden resultarnos igual de interesantes y en las que merece la pena detenerse: la evocación de la belleza (que no es imprescindible en el arte); la manifiesta presencia del acto creador que se aleja de cualquier tentación de copia o lugar común y que diferencia una obra de un producto; la posibilidad de creación y exhibición sin necesidad de atender a cánones mediáticos.

Una sala de exposiciones no es nada hasta que no recibe la visita del público. Abrir durante todo el año una sala de exposiciones en un pueblo de menos de cien habitantes, en el interior de España, permite tener algunas vivencias que son menos frecuentes cuando la sala se ubica en una gran ciudad. En nuestro caso, nos permitía conocer el nombre de todas las personas que han visitado las exposiciones; de muchas de ellas acabábamos conociendo sus ocupaciones, sus gustos, su relación con la belleza. Conversábamos. En ese tiempo compartido nos devolvían sus impresiones sobre la obra que acababan de contemplar: emociones, sensaciones, análisis intelectuales.

La sala de La CALA, y esta puede ser otra de sus particularidades, ha recibido público de todas las edades, desde la primera infancia hasta la avanzada vejez; público de procedencias geográficas distantes de Chodes y distantes entre sí; público de ámbitos profesionales muy diversos, la mayoría sin relación con las artes. La sala se ha llenado año tras año de público, de respetable público.

Quedan en nuestros fondos documentales miles de fotografías, decenas de textos de sala, y algunas de las obras expuestas, que forman ya parte de la colección permanente de La CALA. A fotografías y textos se podrá acceder desde nuestra web; algunas de las obras de la colección podrán seguir contemplándose en el espacio que nace para nuevos usos donde hasta ahora se ubicaba la sala; para la contemplación del resto de la colección permanente, facilitaremos la consulta en nuestros archivos documentales.

En la dirección de la sala de exposiciones han estado Carolina Mejía (2005-2013), Ana Mareca (2016-2023) y Grassa Toro (2005-2023).