De leyendas negras y de realidades sin adjetivo.
Escribe Fray Bartolomé de las Casas en Brevísima relación de la destrucción de las Indias: “Y cuando algunos cansaban y se despeaban de las grandes cargas y enfermaban de hambre y trabajo y flaqueza, por no desensartarlos de las cadenas les cortaban por la collera la cabeza y caía la cabeza a un cabo y el cuerpo a otro”.
Y esto: “La isla de Cuba es cuasi tan luenga como desde Valladolid a Roma: está hoy cuasi toda despoblada. La isla de San Juan y la de Jamaica, islas muy grandes y muy felices y graciosas, ambas están asoladas. Las islas de los Lacayos, que están comarcanas a la Española y a Cuba por la parte del norte, que son más de sesenta, con las que llamaban de Gigantes y otras islas grandes y chicas y que la peor dellas es más fértil y graciosa que la Huerta del Rey de Sevilla y la más sana tierra del mundo, en las cuales había más de quinientas mil ánimas, no hay una sola criatura: todas las mataron trayéndolas y por traellas a la isla Española, después que vían que se les acababan los naturales dellas”. Y mucho más.
Escribe María Elvira Roca Barea en Imperofobia y leyenda negra (Siruela, 2017): “Tengo para mí que muy pocas personas han leído la Brevísima. Su mera lectura es suficiente para desacreditarla como documento fidedigno y no hace falta desarrollar ningún tipo de razonamiento. produce estupor y lástima a partes iguales. Nadie con un poco de serenidad intelectual o sentido común defiende una causa, por noble que sea, como lo hizo el dominico. Solo el haber caído en manos de la propaganda ha podido hacer de fray Bartolomé un apóstol de los derechos humanos”.
En la Biblioteca de La CALA están los dos libros que acabamos de citar y los hemos leído los dos.
Fray Bartolomé de las Casas nunca ha sido bien visto por quienes califican la Conquista de América por los españoles como algo positivo. Hay rachas, pueden pasar años sin que nadie se acuerde de él y, de repente, vuelve a ser blanco de todas las iras.
El 27 de enero de 2018, el diario El País publicaba un artículo titulado “Operación: lavar la imagen de España, en el que, a requerimiento del periodista Borja Hermoso, el señor Borja Cardelús dice a propósito del nacimiento de Fundación Civilización Hispánica. “Esto nace después de tantos años de aguantar la losa de la leyenda negra, aventada por otros países y sobre todo por Inglaterra y Holanda en su momento por razones religiosas y políticas, aunque tiene su origen en un español, Fray Bartolomé de las Casas, que fue el tonto útil de todo esto. Se ha vertido una cantidad increíble de falsedades que hablan de España como un país genocida y destructor de las culturas americanas, y esto no solo no se apaga, sino que cada 15 o 20 años recrudece, también entre buena parte de la población española”.
Leyenda y negra, así se le llama todavía, ahora ya es difícil cambiarle el nombre. Hace referencia, entre otras cosas, a la campaña de denuncia que iniciaron en el siglo XVI varios países europeos poniendo en evidencia los abusos de los conquistadores españoles en América. El término todavía es de uso común.
El 27 de marzo de 2015, Silvia Blanco firma en El País, con el título “Un Hernán Cortés globlal”, una reseña de la exposición Itinerario de Hernán Cortés (comisariada, entre otros, por Martín Almagro) y señala que el recorrido ha encontrado “un grabado de 1594, que representa a Núñez de Balboa “aperreando a los indios”, dice el título; echándoselos a comer a los perros. La nota explicativa reza: “Versión deformada de las críticas exageradas de fray Bartolomé de las Casas popularizada por la leyenda negra”.
Fray Bartolomé de Las Casas fue Cronista de Indias, y no fue el único. Bernal Díaz del Castillo, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Fray Ramón Pané, Diego de Landa, Josef de Acosta, Bartolomé Álvarez, Pedro Sarmiento de Gamboa, entre otros, relatan la conquista y el descubrimiento mientras se está llevando a cabo, o muy poco tiempo después.
Descalificar a Fray Bartolomé de Las Casas tratándolo de enajenado o de tonto útil, intentar presentarlo como el único que denunció abusos y crueldades cometidos por los conquistadores, supuestamente inventados por él, apunta a una falta de lectura, si no a una lectura interesada.
Los libros de Crónicas de Indias ocupan en la biblioteca de La CALA un armario pequeño, exento, con puerta de cristal, que se sitúa entre los dos grandes ventanales que dan al jardín. Abrir uno a uno los volúmenes, leer con calma entre los miles de páginas nos ofrecerá una versión bien distinta de la que intentan difundir los detractores de Fray Bartolomé, que quieren hacer del dominico un ejemplo excepcional.
Fray Diego Durán, en Historia de las Indias de Nueva España e islas de Tierra Firme comenta a propósito de una matanza de Pedro de Alvarado: “fueron todos (los indios) muertos, quedando el patio lleno de sangre de aquellos desventurados, y de tripas y cabezas cortadas, que era el mayor dolor y compasión que se pudo pensar, especialmente con los dolorosos gemidos y lamentaciones que allí en aquel patio se oían, sin poderlos favorecer, ni ayudar, ni remediar”.
Y a propósito de otra de Hernán Cortés: “Aunque los muertos de aquel día fueron, por todos, así de los unos, como de los otros, más de cuarenta mil hombres y mujeres, que huyendo de la refriega y de la muerte cruel que los españoles e indios amigos les daban, se echaban en las acequias, así mismo como a sus hijos e hijas, por no verse en poder de los españoles. Y fue tanto el hedor que hubo de cuerpos muertos que, aunque los echaban fuera de la ciudad, no los podían agotar, ni se podían valer del mal olor por muchos días”.
Fray Diego Durán, dominico, llegó a América alrededor de 1542; son sus fuentes códices y manuscritos, “pinturas”, y lo que ve y lo que escucha de testigos vivos. En el “Prólogo” del libro, Durán expone claramente su propósito: su misión es evangelizar a los indios, para ello hay que eliminar de raíz su antigua fe; para eliminarla hay que conocerla, identificarla, describirla; y para lograrlo se necesita toda la información, información que él recogerá, convirtiéndose en lo más parecido a lo que entendemos por etnógrafo.
Fray Diego Durán, se horroriza de las matanzas, pero, impertérrito, declara que puestos a acabar con una población, los españoles erraron las víctimas y la intención: “Y si los españoles, entre las grandes crueldades y atroces que hicieron en matar hombres y mujeres y niños, mataran cuantos viejos y viejas hallaran, para que los nacidos después acá no tuvieran noticia de lo antiguo, fuera quizá, haciéndolo con celo de dios, pecado y crueldad más remisible delante de Su Majestad que no el haberlos muerto y empalado y aperreado y ahorcado, por quitarles su oro y su plata y joyas, pues con ello, por ser mal llevado, quizá se fueron al infierno, y quizá con estotro, mezclándose celo de Dios, se salvaran y se fueran al cielo doliéndose de sus culpas”.
Es cierto, y así lo afirman los que tildan a Fray Bartolomé de Las Casas de exagerado y mentiroso, que los españoles nunca pensaron acabar con toda la población; la principal razón era que necesitaban esclavizarla.
“Y allí se nombraron alcaldes y regidores y se dio orden cómo se corriese los rededores sujetos a Méjico, en especial los pueblos adonde habían muerto a españoles, y allí se hizo el hierro con que se habían de herrar los que se tomaban por esclavos”. Así lo recoge Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Herrar es marcar un signo de propiedad a fuego sobre la piel.
La costumbre de la esclavitud seguía viva varias décadas después, cuando Pedro Sarmiento de Gamboa escribe en carta al Rey de España: “Afirmo a Vuestra Majestad lo que otras veces, que esto de la esclavería desta tierra es desordenada y se hace con mala conciencia y con muchos daños y abominaciones, y que, desta manera, brevemente quedará la tierra sin naturales, como fue lo de Santo Domingo y Cubagua y Cuba y Jamaica y Puerto Rico, y lo mesmo será del Viaza, adonde envían de aquí a comprar o rescatar esclavos indios”.
Acerca de la merma de las poblaciones, ya se había hecho eco Diego de Landa en Relación de las cosas del Yucatán: “Que se alteraron los indios de la provincia de Cochua y Chectemal y los españoles los apaciguaron de tal manera que, siendo esas dos provincias las más pobladas y llenas de gente, quedaron las más desventuradas de toda aquella tierra. Hicieron (en los indios) crueldades inauditas cortando narices, brazos y piernas, y a las mujeres los pechos y los echaban en lagunas hondas con calabazas atadas a los pies, daban estocadas a los niños porque no andaban tanto como las madres, y si los llevaban en colleras y enfermaban, o no andaban tanto como los otros, cortábanles las cabezas por no pararse a soltarlos. Y trajeron gran número de mujeres y hombres cautivos para su servicio con semejantes tratamientos”.
Diego de Landa era franciscano y dirigió un auto de fe en Maní, el 12 de julio de 1562, del que nos ha quedado el relato que Diego Rodríguez Vibanco hizo a Felipe II: “Comenzaron el negocio con gran rigurosidad y atrocidad, poniendo a los indios en grandes tormentos de cordeles y agua, y colgándoles en alto a manera de tormento de garrucha con piedras de dos y tres arrobas a los pies, y allí colgados dándoles muchos azotes hasta que les corría a muchos de ellos sangre por las espaldas y piernas hasta el suelo; y sobre esto los pringaban como se acostumbra hacer a los negros esclavos, con candelas de cera encendidas y derritiendo sobre sus carnes la cera de ellas”.
Se busca el bien de los indios, lo recuerda Josef de Acosta en Historia Moral y natural de las Indias. “hubiese siquiera la mitad del cuidado en ayudarles su salvación (la de los indios) del que se pone en aprovecharnos de sus pobres sudores y trabajos, sería la cristiandad más apacible y dichosa del mundo. Nuestros pecados no dan muchas veces lugar a más bien. Pero con esto digo –lo que es verdad y para mí muy cierta- que, aunque la primera entrada del Evangelio en muchas partes no fue con la sinceridad y medios cristianos que debiera ser, mas la bondad de Dios sacó bien de ese mal e hizo que la sujeción de los indios les fuese su entero remedio y salud”.
Dominicos, franciscanos, jesuitas, Fray Bartolomé de Las Casas no fue el único en levantar acta de la tortura, la esclavitud, el asesinato, la destrucción. Las Crónicas de Indias, contrariamente a lo que hace pensar la lectura de las más populares, dedican miles de páginas al conocimiento de las culturas precolombinas, al estudio de la naturaleza, al arte de navegar.
En la biblioteca de La CALA pueden consultarse libros de Cristobal Colón, Fray Ramón Pané, Bernal Díaz del Castillo, Diego de Landa, Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Fray Bartolomé de Las Casas, Fray Bernardino de Sahagún, Fray Diego Durán, Bartolomé Pérez, Pedro Sarmiento de Gamboa, Josef de Acosta, Fray Pedro Simón, Hernando Colón, Gonzalo Fernández de Oviedo, Francisco Hernández, Pedro Cieza de León.




AQUÍ HAY LIBROS es una sección de este blog dedica a presentar libros que están al alcance de la mano en las estanterías de la biblioteca de La CALA.
